jueves, 15 de diciembre de 2022

Richi

 



Se llamaba Richi. Algunos lo tildarían de loco pero su presencia era la de un hombre barbado, altilocuente, fiero en la mirada y por su semblante un tanto melancólico. Tan pintoresco era el zurdo, tan blanca era su tez que parecía el escritor emérito de las vidas de un monasterio. Vivía con una paloma que fingía ser a todas luces una reina. Ella conoció su vida y estaba cabizbaja en su hombro. Era engreída pues solo comía de su mano un poquito de arroz o lo que mañosa quisiera recibir. Era un espectáculo mirarla cómo te observaba cuando te acercabas a él. Le obedecía en todo y sin embargo, ella buscaba lo que más le convenía pero no hacía mucho caso a sus demandas. Argumentaba que ella lo escuchaba cuando le ordenaba quedarse pero, la paloma bandida solamente lo arrullaba y él sorprendido, se reía dejándola volar.

Era un sentimental, lloraba a su madre desconsolado porque para él nunca se fue, porque la elevaba siempre al altar, en un acto de lo más solemne. Pero para su memoria, su padre ya estaba en los brazos de Mefisto, desde las eras del averno porque ya lo había enterrado muchas veces en el rincón de sus recuerdos. Así era él, fungía como gran orador, polémico, escritor de valiente pluma, pero resentido y conflictivo porque casi siempre hablando de lo mismo.

Pero era el político de siempre, creía en el anarquismo o en las alegorías, quizá entre los grandes ideales del masón. Era el crítico ácido del gobierno de turno, la suerte era para los trabajadores y en la razón de la patria, siempre la  defendería emocionado porque ella era el fusil de los más valientes. Pan con libertad era su consigna que buscaba en los antiguos partidarios porque quizás quería alcanzar el más grande galardón. Vivió diez años en la Argentina y todos los días eran aprender algo nuevo para educarse en la historia y en el vivir de la tradición. ¡Qué carácter!

Pues, así sucede en el alma de un idealista porque resulta indescifrable ese tipo de juicio de valores atribuidas a un gobierno. Él era sincero en todo lo que creía y no me extrañaba que buscaba el orden y la decencia en la misma justicia, aun entre los más encumbrados. Dijo que esto serviría para no engañar al más ingrato o al más educado. “Los nobles ideales se llevan por dentro, cumplirlos es una revolución personal, practicarlos es un deber la Nación” - afirmaba. Yo pensaba... ¡¡Pobre de aquél que se alimente solamente de la ilusión!!

Pero en la maraña de los ideales y de esos libros inflamados de las antologías, buscaba el cumplimiento de su pensamiento. Entonces, el llamamiento patriótico, que era inequívoco para él, le daba la bienvenida. Sin pensarlo dos veces, se alista presto en las tropas que marcharían al sur para vengar al invasor. Combate tras combate, trinchera por trinchera, la fiereza se demostró rauda en su valor y entrega. El campo se inundaría de la muerte que no dejó de cumplir su cometido y mal herido pensó que quizás, hasta allí fue lo último que podría ganar. Pero el destino, no lo quiso redimir. Bajo las lumbreras de la noche, escribiría sus últimas letras y hasta el primer canto de la diana, no pudo nunca conciliar el sueño. Sin embargo, pasó el resto del tiempo inactivo y convaleciente en el Hospicio hasta que las Embajadas inútiles formalizaron el cese de las hostilidades. Entonces volvieron ellos, los veteranos. Cargó sus pertrechos que eran escasos y revivió su ánimo cansado, tal vez ahora apocado del reencuentro, pero victorioso del cumplimiento.

Su casa recibiría a quien tuvo que trasnochar. Sola, modesta, parecería no haber cambiado y sin embargo, se mantuvo intacta en el correr del tiempo. Bueno fue que la cuidaran y que lo recogiera alguno de sus parientes de la estación. Su familia lo había abandonado y le tocó solamente vivir la soledad y el tiempo, la pasión inherente de su ser para descansar con cierta tranquilidad. Polémico como era, recitó con vehemencia su experiencia pero echó a sonreír de repente por la fortuna que le tocó vivir para quizá plasmarla en sus memorias. Recordó la ingratitud de quien alguna vez le mostró su amor pero que también desapareció al igual que su descendencia. Regresaron a su sentir, las amistades de antaño, más solo quedaron las fotografías amarillentas de un álbum mohoso por el descuido. Se sentó en su vieja silla mirando a  la fuente luminosa donde ahora brotaba el agua de un parque cercano a su vecindario. Luego de algunas semanas, terminó por fin los manuscritos sin editar que habían sido su vida en el frente y felizmente un vecino lo ayudó en esos menesteres.  

Quien diría que sería testigo de los cambios de su nación. Preparaba así un manifiesto redactado dejando instrucciones de una serie de reformas que harían falta pero habían pasado los años y casi nadie se acordaba de él. Pero no se desanimó y entre dimes y diretes, alcanzó la fortuna de que alguna vez fue mencionado entre tantos escritores de vanguardia. No obstante, un buen día recibió la vista de alguien importante, solo atinó a sorprenderse por la buena nueva recibida. Sería invitado a Palacio, el Gobernante querría hablar con él y precisaba pronto su presencia. Luego del convivio, pensó en mil cosas pero cansado, tuvo mucho sueño y tendiendo su cama, se quedó dormido para siempre…

Yo lo estaba recordando entre sus libros y mis apuntes, lo que nos enseña la vida. Creció y vivió como quiso, fiel a sus convicciones, nos deja a nosotros mucho que pensar. No era un soñador, era un ejecutor de lo que pensaba y sería un orgulloso contrincante. Los muchos libros son fatiga de la carne pero a veces existen esas frases sencillas, tan certeras y simplonas que aciertan más de una vez. Encontré una al azar: "Los niños y los borrachos, siempre dicen la verdad", ¿Por qué? Me preguntaba, ¿Será cierto? Podría ser verdad pero dudaba. Es que nunca había visto a una persona que hablara así de las realidades, que insistiera tanto en su clamor, que se apasione así en la vida y que destile su talento en el derecho o en la conversión. Pero descubrí que tampoco tuvo pelos en la lengua y que si tú hubieras querido corregirlo, ese sería tu gran error…

Roque Puell López Lavalle

Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=zGYsq7cbVZA

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