Los ojos dicen mucho lo que las palabras no dicen, o simplemente mujer, ésas palabras, no las quiero pronunciar. Mi pensamiento anhela lo que siente y mi silencio prefiere que no sepas nada, que es mejor así, que no quieras preguntar...
Aunque intuyes el lenguaje extraño de un corazón que no conoces, no imaginas el por qué de ésta despedida ni la razón de éste adiós necesario. Y marcha sobre marcha es el destino, porque pronto se alejarán nuestras miradas y nuestro decir quedará sin sustento...
Tus ojos me lo dijeron, no necesitaste confirmar la verdad. Intuía que no podrías saber de mí si es que no te lo recordaba ahora en mi más encarnado pensamiento. Era como una poesía que se hizo canción, un llamado de mi lejano corazón al tuyo y significaba que quizá nunca más me podrías escuchar.
Buscarás una señal para poder hablarme y sin embargo, estaba entre mis manos tu recuerdo que yo no habría de olvidar. Tu voz generosa, tu risa a veces nerviosa pero que con la mía pudiste conocer para siempre la verdad...
Me querrás encontrar inútilmente en el pasado porque no me conociste nunca como hasta ahora, pues viví en la soledad de mi tiempo, en el anhelo de un cariño sincero y que mis ojos hasta este momento no se atrevieron a demostrar...
Querrás entregar con tus generosas manos lo que algún día me brindaste con humildad, más yo estaré fuera, muy lejos de ti esperando en mis vanas ilusiones una palabra tuya o una llamada que nunca te animaste a dar...
No me atreveré a decir nunca lo que siento por temor o cobardía que es lo mismo, no querré romper la magia de tu mirada por nada que te enoje por atrevido. Prefiero decir con mis ojos a los tuyos cuando te vea o me vaya lejos, lo que mis palabras no lo hacen abiertamente...
O tal vez mujer porque mis palabras... ¡No las quiero pronunciar!
Roque Puell López Lavalle