martes, 30 de noviembre de 2021

El barco


El barco que navega entre las olas inmensas y que estas lo elevan para después dejarlo caer sin misericordia en la majestad de un mar tan inseguro que sigue causando entre los tripulantes, un total desconcierto. Las ondas embravecidas comienzan a rugir con furia, se estrellan contra él sin esperanzas y las maderas crujen por el sufrimiento manifiesto contra la bravura de este océano rebelde que se niega a llevar la paz...

Pero las velas desplegadas y el viento en toda dirección, rompe los esquemas que en vano tratan de enrumbar los marineros que no quieren doblegarse ni admitir la rendición. Todos enfilan el norte a nuevas tierras y no termina la mirada puesta en el horizonte. La tormenta hace zozobrar las ilusiones del presente para no regresar al pasado. Los pensamientos enarbolados en una enseña rota, me dicen que era inútil, que ellos tienen que cambiarla y ser distintos contra la animosidad de los apocados...

¿Por qué es que la vida demanda victorias si nada parece cambiar y hay que volver a comenzar? Vuelve entonces, el torbellino, el acecho de las nubes borrascosas y los sonidos de la muerte. Ellos parecen ahogar los deseos y los nuevos tiempos, las ideas son palpables, los deseos improbables pero hay una fuerza superior entonces que conoce el destino, y que no deja respiros. Alguien con la voluntad férrea que nos dice que nuestros sueños no lo podríamos cristalizar porque el viaje al paraíso, se torna imposible...

“Vana es la vida, -- dije en mi desprecio -- qué tremendo maleficio este, volar y volar más alto para que todo termine en algo menos que en el instinto de poder respirar…”

Sin embargo, en la oscuridad y el romper del cielo, en una lluvia interminable de relámpagos de miedo, surge de repente la respuesta del fin de un recurrente mal momento. La naturaleza sabia parecía querer reconciliarse en el asomo de una luz tenue. ¿Quiénes fueron los que se hicieron con el desastre y el descontrol? Eso realmente ya no importaba.

Entonces, despejadas las dudas, alguien alzó la voz:

“¡¡No por mucho combatir te volverás talentoso, todo tiene su lugar‼.

Pero el destino al fin y al cabo sabe reconocer la valentía y la habilidad. Quien lo tenga en su espada como el adalid contra el enemigo, manteniéndose firme a pesar de las heridas,  será siempre un aguerrido en mil combates. Dicen que la sabiduría es más valiosa que el oro y la plata, pero que tampoco la puedes comprar en las esquinas de las plazas. Sólo la hallarás en ti si reconoces que nada sabes y que solo quieres aprender. Y ella viendo que en nosotros existe la humildad, vivirá por siempre hasta el día de nuestro juicio.

Y el barco continuó su travesía, en medio de una luz brillante, que iluminaba su destino….

 Roque Puell López Lavalle