sábado, 19 de enero de 2019

El mar y la rosa


Esa mañana, el mar estaba inquieto y juguetón, sus idas y venidas denotaban su vigor y alegría. No era para menos, tenía un día espléndido. De pronto, una rosa apareció frente a él. Ni la llovizna, la brisa o el sol se dieron por enterados. Los crustáceos de la orilla, las gaviotas y las garzas estaban asustadas y todos a una empezaron a preocuparse haciéndose miles de preguntas pero no hallaron respuesta. No obstante, había la sospecha que algunos rosales silvestres se habían enredado en los acantilados y habrían sido arrancados de raíz por los fuertes vientos del sur. 

Pero el mar no se inmutó, más bien, haciendo gala de su majestad y gentileza, sorprendido por la belleza de la flor, le dio una bienvenida cálida y amigable. La rosa respondió agradecida, tímida por las atenciones y muda porque no estaba acostumbrada a tal recibimiento. Todos vieron boquiabiertos estas deferencias de un rey hacia una frágil flor que no conocía la grandeza de su anfitrión ni la fortaleza de su color azul verdoso. Los testigos de la caleta nunca pudieron comprender aquello y los comentarios dados no se hicieron esperar. No era posible que una rosa pudiera ser de tal influencia para el mar soberano y el resto de sus habitantes. Los rosales mencionados, no se atrevieron a intervenir y se hicieron de la vista gorda ocupándose solamente de su propia existencia. 

Con el tiempo, la rosa se hizo mar y el mar se hizo rosa, la fuerza con el amor se hicieron un solo corazón. Ellos se amaban y compartían momentos inolvidables, la fragilidad se convirtió en sentimientos y el mar se mostró complacido. Todo ello marcó el cántico de sus noches estrelladas, soñaban viviendo el mágico mundo de un tiempo sin retorno que se perdía en el oscuro cielo y en el silencio del horizonte. Pero no obstante, las tormentas, los rayos, y relámpagos hicieron peligrar su amor. La lluvia inminente ahora y sin misericordia, le daba de latigazos a la rosa quien vivió muy acongojada, sin una luz que la guiara. 

El mar la protegía pero él también sufrió los fuertes vientos y mareas. Se dijo que ahora estaba embravecido, deprimido, furioso y las circunstancias dieron paso a las tristezas, las iras y los temores. El inclemente tiempo azotó con furia la costa, toda la caleta había cambiado, todos estaban guarecidos y sólo se podía escuchar el sonido de las olas golpeando contra la orilla. La fuerte espuma retrocedía arrastrando todo a su paso y todos sufrían el asedio del trueno.

Resulta que pasaron muchos días y la tormenta iba amainando, poco a poco dejó de llover y un tímido sol parecía asomarse por el horizonte para luego ser las nubes que se abrían paso para mostrarlo radiante. Las aves empezaban a retornar, la vida marina comenzaba a vivir un nuevo día y la pesadilla estaba terminando. Todos divisaron con no muy poca curiosidad que en un rincón de las elevaciones habían nacido misteriosamente muchas rosas. Algunas estaban en botón todavía, pero otras con sus hojas enormes de rojo oscuro, ya estaban muy frescas  por el aguacero que habían recibido. Ahora ellas se encargaron de esparcir las fragancias que la ventisca llevaba por doquier por toda la playa. ¿Cómo pudo ser eso? Nadie realmente lo sabía...

El mar ahora estaba calmado pero muy triste, continuaba sus esfuerzos por recobrar lo que penosamente según él, había perdido. Pensó que su rosa había muerto en la tormenta pues no sabía tampoco dónde estaba y tanto era su pensamiento en ella, que comenzó a extrañarla sin mesura. Sus sentimientos empezaron a aflorar y su corazón comenzó a recordar que muy poco tiempo atrás, él vivía feliz. Le dijeron todos que la flor estaba bajo unas piedras del boquerón a unos pocos Kilómetros de allí. Presuroso entonces, fue hacia donde supuestamente ella estaba. 

La llamó con dulzura, con temor y con pocas esperanzas porque las horas transcurrían pareciendo infructuoso el rescate. En eso, en la creciente angustia del mar, salió de entre las piedras la rosa asomando sus pétalos maltratados. Lánguida y nerviosa, sonrió sorprendida al mar que no lo terminaba de creer. Una lágrima brotó del gigante, otras más de la flor y emocionados, se unieron en un cálido abrazo.

No pasaron muchos días y recuperaron el tiempo perdido, comenzaron las alegrías, el romance y los juegos, el amor había renacido otra vez entre los dos. Se fueron los temores y habían cesado las dudas que el mal tiempo se encargó por un momento de nublar. Ambos habían aprendido el arte de la vida misma, el saber que después de un vendaval vendría siempre la calma. Sabían que para bien o para mal, lo emprendido valdría la pena vivir y la supervivencia no quedaría inerme ante los desafíos que se les podría presentar. Los cambios serían necesarios, habría momentos difíciles y las experiencias nuevas las sabrían afrontar ahora con una serenidad a toda prueba. Ahora, todos en la playa reían contentos de ver cómo el amor de ellos había triunfado. No dejaron de estar los "sabihondos" que nunca llegaron a comprenderlos. Tampoco se fueron los comentarios, pero para el mar y la rosa, aquello, no les importó. 

Y así vivieron muchos años, él vibrando alegre y la rosa perfumando su vida. Mudo fue el inmenso amor que se profesaban y fueron testigos, el cielo y el sol, los únicos amigos de su gran felicidad. No faltaron las tormentas, las lluvias, la marea, la brisa, como todo en la vida, sin embargo, ellos permanecieron siempre juntos, venciendo a la adversidad...

Roque Puell López Lavalle

viernes, 11 de enero de 2019

El hijo de mi vecino


En el vivir de mis ilusiones, te encontré. Te amé con mi alma de niño y quería siempre verte, tocarte, darte un beso porque vivías a pocas cuadras de mi casa. Así que decidí encontrar el mejor pretexto para encontrarnos y sepas mis palabras. Busqué lo mejor de mis versos entre otros poemas para que los escuches, para que sueñes conmigo porque aquellos párrafos, eran hechos de pura inspiración para tu gran corazón...

Pero te veía tan distante y tan cerca a la vez, porque apenas tenía yo los catorce años y tú los doce, pero eras toda una mujer para mi celoso y profundo sentimiento. No obstante, en ese momento, ¡La indecisión era la mía! Siempre decía: Hoy iré a visitarte, que la próxima semana o mañana será otro día, pero después de tantas dudas, me las ingeniaba para hablar contigo y yo otra vez, nada de nada de amor te decía...

Y por fin, en un día, fui pronto con mi mejor traje y mi fina estampa. Salí exageradamente perfumado y rompiendo las cadenas de mi timidez, esgrimí los ideales de mi gran osadía: Fui a buscarte a tu casa. Pero llegando, infeliz fue el momento de encontrarte en ese atardecer porque estuviste en tu puerta en brazos de otro, con tu mirada perdida por el beso del tal, pero con mi alegría vencida...

Llegué entonces a mi casa muy enojado. ¿A quién pues habrás visto si yo era el elegido? Pensaba. Yo era el señor de los setentas así que en ese instante que tuve que averiguar, inquirir, preguntar... Y ¿Dónde estuvo mi gran error que a dolores tuve que aprender en ese tiempo? Así que fue en las circunstancias de mi premura, por descubrir al astuto que a mi chica se robó, que al final fui a buscarlo...

De repente, lo encontré viéndolo primero. Mis dientes crujían de solo observarlo, pero me di cuenta después que no era el que venía de lejos, no era el bravucón del barrio porque lo hubiera reconocido. Era quien yo menos lo esperaba, el que no se dio cuenta o no se quiso dar por enterado que mi alma estaba dolida. Era pues, uno de diez y ocho años, pero según mi parecer, él era de poca importancia para mí...

Si pues, -decía enojado reconociéndolo- era el lunarejo, el hijo de... mi vecino que vivía al lado de mi casa y en mi corta experiencia, me percaté sorprendido que yo realmente, no me había dado cuenta...¡¡Aaaaaaaaaaaaahhhh!!

Roque Puell López Lavalle

miércoles, 2 de enero de 2019

Gracias por ser mi inspiración


Agradezco al cielo que hayas sido mi inspiración, te pude querer aunque no te diste cuenta pero también lo hiciste tú, con tu palabra cierta. Te recordé muchas veces en mis ilusiones, en mis locas esperanzas porque así se complicaron mis vivencias y tuve que renunciar en esos momentos a un amor, pero sin pies ni cabeza…

Nunca te imaginaste lo que vivían los remolinos de mis pensamientos. Se desataba la incontenible tormenta de la razón y de lo prohibido. Yo sentía dentro de mí el fuego de mis deseos por tenerte a mi lado en corto tiempo sin estar contigo y a la vez amarte a mares, sin que a mí me amaran… 

Pero la desazón iba creciendo poco a poco y mis anhelos de encontrarte iban muriendo sin esperanza de retener esta calamidad. Desde ese día no quiero alejarme de tu recuerdo pero tampoco quiero dejar de luchar por ti. Sin embargo, en el volar del tiempo, intuyo nuestro final y por eso, no quiero que me veas llorar...

Doy gracias al Eterno porque tú fuiste en mi vida, mi gran ilusión. Eran mis experiencias y eran también mis sentidos. Me hiciste muy feliz como si fuera el niño que le prodigaron vida y me hiciste sentir también como un fiero soldado, el que se arrancó del pecho, la penosa herida de su tremendo desengaño…

Y si en algún momento, tú me faltaras en mi azarosa vida, yo te buscaría raudo en todo lugar no importando la distancia ni el tiempo. Y cuando al fin te abrace en mi regazo; te miraré seguramente asustadiza, pero te confesaré mi gran secreto a voces en los últimos instantes de nuestro encuentro para que sepas de una buena vez, que yo te amé de verdad, mujer…

Roque Puell López Lavalle


martes, 1 de enero de 2019

Manchega


De tus bellos ojos vinieron a mi corazón pensamientos. Dime, ¿Por qué me has olvidado? Conversábamos hasta muy tarde, tú ya amanecías y para mí la noche aún era joven en aquél momento. Me confiabas en tu inocencia no sé cuántas perlas, algunas muy tristes como el más puro invierno y otras como la estación del verano, tan alegre o tan risueñas como para sacarse el sombrero. Tus historias y tus dramas formaron parte de mi vida y yo buscaba siempre una sonrisa tuya para alegrarte. Fui como un niño inocente que encandilado de ti, te regalaba chocolates imaginarios y poemas sacados de mis letras, más te digo ahora que en el fondo de todo, no quería en ninguna manera dejarte. ¡¡Qué bellos crecieron nuestros relatos!! ¡¡Qué frustración el no estar juntos en ese momento!! ¡¡Qué lindo compartir el tiempo contigo!! Solamente que no sabía si este tímido mirar nuestro se convirtiera después en un gran romance que nos obligara a vivir un bello sueño. ¡¡Qué temeridad la nuestra!!

Pero han pasado ya muchas aguas bajo el puente, muchas semanas fueron de no verte que me dio una profunda tristeza. Y sin embargo, otra vez sin pensarlo te encontré otra vez bella, pícara y sonriente. Ahora tengo otras historias que contarte, mi adorada manchega. ¿Y tú también tendrás mucho que hablarme? ¿Tus viajes o quizá galanes que tocaban con su guitarra una melodía? Yo quiero que sigamos jugando como los niños en el bosque como anteriormente lo hacíamos, deseo también que sigamos manteniendo la ilusión de contarnos la vida o reírnos de la ocurrencia de los cuentos. Tal vez hoy si podremos ir de noche a pasear por el malecón frente al mar para que el frío inclemente, nos golpee en el rostro a nosotros dos…

Que si mujer, vayamos, por el antiguo faro, si... el que queda más allá... frente a ese acantilado gris, pero estaremos con la magia y el silencio de la noche estrellada. Será nuestro testigo y solo así todos verán a dos amigos juntos como antes lo habían soñado. ¡¡Tal vez allí podré cantarte una canción o quizá encontremos un amor en nuestros sentimientos como alguna vez lo habríamos deseado!! ¿¿Tú que dirás?? ¿¿Tú que pensarás??

Roque Puell López Lavalle

Escuchemos: https://www.youtube.com/watch?v=r72pG5o3HhM