sábado, 11 de julio de 2020

El bosque y la tormenta...



Las montañas de verde vegetación, los abismos profundos al lado del largo camino, lo impenetrable de mi ser que se traduce ahora en un llanto de no encontrarte más en las fantasías de mi recuerdo, son como el mundo que no ha sido explorado. Porque ¿Quién conoce los avatares de mi alma y los latidos de mi corazón? Nadie. No obstante, ahí se encuentra soberbio, solitario y bello a la vez, un deseo sincero. Nosotros, todavía sin la luz del inmenso sol pero con la sombra de los árboles que amigablemente nos acompañan, somos ahora quizá como un rumbo que no se explica todavía y así nos contemplaríamos finalmente bajo el bosque de un amor tan grande. No lo dudo.

Me dijeron loco pero ahora yo vivo intenso, hoy todos me pueden cercar, todos pueden tocarme y aun reírse de mí cuando tonto no me diera cuenta. ¡Qué me importa! Porque a la ingenuidad de ellos se le adelanta la humildad y la sencillez tuya que se ve reflejada en tu rostro, en la candidez de lo que me hablas sorprendida por la voz de mi conciencia. Quizás en mi mente encendida, te quiera conquistar porque atrás dejé mi orgullo para ir ahora en pos de ti y eso es monstruoso para los que no lo creen, pero es único para mí porque aceptaría mi pérdida con resignación.

Mi vida es una para contarla y algunos la conocen porque del sufrimiento se nutre el carácter y de los latidos de mi corazón agobiado se afirman mis alegrías. Pero te amo y eso anima hoy mi sentir apocado porque la montaña me refugia, me soslaya, pero es generosa cuando comparte sus secretos y aunque siento que vendrá pronto el cielo inclemente, mi mensaje siempre será el mismo: Liberador, fuerte, impaciente, consolador y que nunca perdería vigencia aunque me visite la muerte. Es mi amor por ti pero sin duda eres tú quien tomaste la decisión de irte para no ser alcanzado yo, por el trueno de tu indiferencia.

¿Qué es aquello que me apasiona entonces? Tú. Y aunque existe el Dueño de los laberintos y de los árboles inmensos en los bosques de mi infortunio, no sabrás nunca el dolor de mi despedida o tal vez de mis letras y la manera de compartirlo. Ya será Él quien me consuele y me dé la bienvenida con Su presencia en un sencillo saludo. Más no creo que tu puedas imaginar a mis sentimientos recordándote cuando todos duermen en la madrugada de un nuevo día.

Y la tormenta que llegó en este momento y que hacía presagiar el final de mi vida, me dijo que ya no estarías en los remolinos de mi pensamiento, que no existirías más en las cañadas lejanas de mi bosque donde atesoraba yo las aguas que bañaban tu figura que era solo para mí...  Adiós noche, adiós mañana, garúas meridianas que son ahora las letras que forman tu nombre en el acróstico de mi alma en silencio y que solo tú seguramente las podrás leer en la tristeza que ahora me embarga…

Roque Puell López Lavalle

miércoles, 1 de julio de 2020

Caminante


No era para mí la primera vez que recorría el sendero rodeado de las montañas en la selva con un paisaje insólito, hermoso y misterioso a la vez para explorar mis propias tierras. Sin embargo, en el tiempo de mi regreso, me ganó una tormenta convertida así en una inmensa lluvia torrencial que no esperaba. 

Yo concebía el momento de mala gana porque unas horas antes había disfrutado de un día espléndido, de sol radiante pero este clima tan imprevisible y tan variado, nos trae muchas sorpresas. Veía entonces con asombro, las interminables caídas de agua casi sin ninguna dirección aparente encontrándome en pleno bosque solo con mi mochila pero sin lugar para resguardarme...  ¿Qué más podría esperar?

Era una contrariedad porque el aguacero no tenía cuando declararse terminado y todavía tenía por recorrer 8 km. más para llegar al pueblecito donde vivía. La trocha era tupida, riesgosa, caminaba entre los troncos de los árboles caídos, entre el barro creciente y el ulular del fuerte viento que parecía un silbido tenebroso, como el canto perdido de un ave sin esperanza. Contemplaba el cielo gris casi oscuro donde los rayos no se hacían esperar escuchando sus descargas interrumpidas por segmentos de tiempo que asemejaban la destrucción de rocas partidas acompañadas por las intermitentes luces del trueno.

Para colmo, el agua intensa golpeaba incesante mi rostro inundando mis botas y en vano era tratar de vaciarlas o querer usar mi gorra para algún auxilio porque así no me serviría de nada. Las frutas que cargaba en mi mochila pesaban más de lo acostumbrado pero estaban a bien recaudo. Solo quedaba mi fiel machete que me serviría para abrirme paso por los ramajes y las marañas de vegetación que se cruzaban por mi cara. Ni hablar de necesitar usarlo para alguna alimaña que pudiese aparecer en algún momento.  

De pronto, sin ningún motivo aparente, veo una víbora de regular tamaño muy cerca de mi caminar y que ya parecía por cierto, mi compañera de viaje. La verdad que no me asusté mucho pero ella estaba arrastrándose casi al lado mío y sorprendido, sonreí nervioso pero fue quizá por instinto natural o quizás por el de ambos porque seguíamos a la par siendo enemigos jurados. Me puse a pensar que aquello era por el insufrible lodazal que teníamos en común y las dificultades del tiempo. No obstante, nosotros tomamos distancia, ella con el afán de cómo escapar por encontrarme y yo extrañado por su inusual indiferencia conmigo. Aun así, yo tenía mi "sable" adoptado para cualquier eventualidad debiendo seguir de esa manera tan extraña con ella en nuestro común destino.

No era para mí el pensar en tener el instinto desesperado de un correr despavorido pues ya era extraño lo que vivía y también porque era un hecho de que ella me sintió primero al invadir sin saber su territorio. Aunque no me quiso atacar sin yo saber el por qué, cualquier cosa podía suceder. Ella se veía tan asustada que corría y corría para guarecerse pero yo no tenía otra oportunidad que seguir el mismo sendero pero sin mirar atrás. Después de algunos minutos, ella desapareció de mi vista escondiéndose presurosa en la misma dirección donde yo seguía mi camino. Sin más ruido que los rayos del momento, nada me aconteció al pasar cerca por su escondrijo. Parecía una película de terror pero sonreí de solo acordarme...

Volví a nacer dos veces después de lo acontecido aquella tarde. No podría olvidar nunca dicha vivencia tan llena de contradicciones que me hicieron pensar mucho. Sé que Dios me dio una gran lección pues hoy no puedo creer que fue mi buena suerte o mi aura de colores del arco iris, no... Aprendí que si quieres vivir hoy en este mundo hostil, debes estar en paz con todos los hombres tanto con tus amigos o con los que no conoces. Sabio será entonces, aquél que podrá salir con bien en alguna encrucijada estando aun al lado, de su implacable enemigo...

Roque Puell López Lavalle