Las montañas de verde vegetación, los abismos profundos al lado del largo camino, lo impenetrable de mi ser que se traduce ahora en un llanto de no encontrarte más en las fantasías de mi recuerdo, son como el mundo que no ha sido explorado. Porque ¿Quién conoce los avatares de mi alma y los latidos de mi corazón? Nadie. No obstante, ahí se encuentra soberbio, solitario y bello a la vez, un deseo sincero. Nosotros, todavía sin la luz del inmenso sol pero con la sombra de los árboles que amigablemente nos acompañan, somos ahora quizá como un rumbo que no se explica todavía y así nos contemplaríamos finalmente bajo el bosque de un amor tan grande. No lo dudo.
Me dijeron loco pero ahora yo vivo intenso, hoy todos me pueden cercar, todos pueden tocarme y aun reírse de mí cuando tonto no me diera cuenta. ¡Qué me importa! Porque a la ingenuidad de ellos se le adelanta la humildad y la sencillez tuya que se ve reflejada en tu rostro, en la candidez de lo que me hablas sorprendida por la voz de mi conciencia. Quizás en mi mente encendida, te quiera conquistar porque atrás dejé mi orgullo para ir ahora en pos de ti y eso es monstruoso para los que no lo creen, pero es único para mí porque aceptaría mi pérdida con resignación.
Mi vida es una para contarla y algunos la conocen porque del sufrimiento se nutre el carácter y de los latidos de mi corazón agobiado se afirman mis alegrías. Pero te amo y eso anima hoy mi sentir apocado porque la montaña me refugia, me soslaya, pero es generosa cuando comparte sus secretos y aunque siento que vendrá pronto el cielo inclemente, mi mensaje siempre será el mismo: Liberador, fuerte, impaciente, consolador y que nunca perdería vigencia aunque me visite la muerte. Es mi amor por ti pero sin duda eres tú quien tomaste la decisión de irte para no ser alcanzado yo, por el trueno de tu indiferencia.
¿Qué es aquello que me apasiona entonces? Tú. Y aunque existe el Dueño de los laberintos y de los árboles inmensos en los bosques de mi infortunio, no sabrás nunca el dolor de mi despedida o tal vez de mis letras y la manera de compartirlo. Ya será Él quien me consuele y me dé la bienvenida con Su presencia en un sencillo saludo. Más no creo que tu puedas imaginar a mis sentimientos recordándote cuando todos duermen en la madrugada de un nuevo día.
Y la tormenta que llegó en este momento y que hacía presagiar el final de mi vida, me dijo que ya no estarías en los remolinos de mi pensamiento, que no existirías más en las cañadas lejanas de mi bosque donde atesoraba yo las aguas que bañaban tu figura que era solo para mí... Adiós noche, adiós mañana, garúas meridianas que son ahora las letras que forman tu nombre en el acróstico de mi alma en silencio y que solo tú seguramente las podrás leer en la tristeza que ahora me embarga…
Roque Puell López Lavalle