sábado, 17 de abril de 2021
El romance de Don Ñublo
jueves, 15 de abril de 2021
El cuento
Era
la mañana de los años sesentas cuando Lima respiraba otro ambiente. La ciudad
vivía un crecimiento todavía pequeño pero se perfilaba con un futuro
prometedor. Han pasado los años y recuerdo aun que te conté las historias de mi
vida en aquella banca frente al mar en el Malecón que tanto nos gustaba. Yo
estaba interesado en que supieras de mis triunfos, de mis sueños, tomados quizá
de un cuento de misterio o de uno perdido en la ida y vuelta de un viejo
tranvía.
Me
resultaba interesante el candor de tus ojos y la admiración a mis argumentos.
Parecías recorrer con tu mirada atenta, los avatares de mis conquistas y las
vicisitudes que me ocurrieron. Quizás te habría escrito en un libro inmenso
acerca de mis aventuras y desvelos, pero te emocionabas como cualquier niña que
le pide su padre que le relate una fábula antes que se pueda dormir.
Éramos
jóvenes todavía, yo recién había terminado la Universidad y tú cursabas el
primer año de tu carrera en el Instituto. Pero en esas historias, no sé por qué
me vi reflejado en ti para tocar la puerta de tu corazón. Allí cambió todo
porque me inspiré en el amor y tú ni te enteraste. No pudiste adivinar el por
qué cuando yo mencionaba el silencio, solo me contentaba con que tú lo
supieras. Más solo era para mirarte a tus ojos cuando nuestras risas eran
cómplices, pero tú también me contaste alguna historia que para ti era una
simple chiquillada. Te escuchaba serio y atento pero adiviné tus intenciones
aunque yo siempre quedaba desorientado.
Contrario
a tus anécdotas, las mías solo eran sobre la vida de un viajero que no sabía si
llegaba a su destino pasando por miles de cosas. Para mí era un poco aburrido
explicarlo pero tú sonreías quizá asombrada por mis ojos en ese tiempo confusos
y lo sonrojado que me transformaba. ¿Qué no lo había comprendido? Nunca lo
supe. Sin embargo, me hablaste del final de tu historia pero yo todavía no
hallaba la llave para entender tus vivencias. Hasta que pusiste seria y me
cuestionaste que si yo caminaba con cuidado por los pasos del amor, entonces,
¿Por qué no podría haber entre nosotros una historia semejante? Yo me creí
descubierto pero fue tu intuición lo que yo quería escuchar verdaderamente en
ese instante. ¿Estabas enamorada de mí? No me digas que no, yo entendí que sí a
menos que se supiera el motivo de nuestras historias parecidas.
Deduje
después de todo, que había llegado a buen puerto pero no estaba seguro de ti.
No dijiste nada, solo te quedaste muda y yo también por el momento que vivíamos.
Y así me acerqué a tu rostro, tu mirada estaba fija en mis ojos y los tuyos me
acariciaron el alma y me acordonaron la voluntad. Me sentí tímido como si nunca
hubiese entregado mis sentimientos y solo pude decirte en mi mente que te amaba
aunque yo solo lo sabía desde hace tiempo. Era así como pensé porque al fin y
al cabo esto no fue un cuento para niños, sino una historia verdadera y yo no
me había percatado. No fue un juego de palabras... ¿Fue algo más que eso?
Entonces
pasé unos minutos contemplándote pero respiré hondo, tomé valor y arrebatado
como era, te di un beso en los labios y así por fin, se tranquilizó mi
conciencia. Pasó que me correspondiste de buena gana y mi voluntad pudo ser
libre al final de todo. Respiré hondo y fue de esta manera que nuestros miedos
huyeron despavoridos y volviste a sonreír.
Hoy
lo recuerdo después de los años maravillosos en que vivimos. Aquel beso lo
disfruté contigo como si fuera el día de ayer, ¿Y tú también? Dímelo. Sin
embargo, estamos sentados otra vez frente al mar pero en otra banca pero en el
mismo Malecón. Entendí de esta manera, que nuestros recuerdos o nuestros deseos
de aquél tiempo y momento, dieron el fruto de nuestros nietos más queridos que
por cierto, ahorita mismo, nos están esperando…
Roque Puell López
Lavalle
Escucha:
https://www.youtube.com/watch?v=kkqOtkJfINQ