Tú que presumías ante todos el saber de la vida y de la muerte, del entender los asuntos del peregrinar de las almas y mostrabas que en la vida hay que seguir el buen camino en los meses que volaron, recibo la noticia injusta que ya no hay un amor que dar a mi alma desnuda. Y es la verdad, siempre estás que vuelves otra vez a lo mismo y para mí estos “dame que te doy”, ya no son secretos, porque cansado está mi ser de mil acusaciones sin fundamento pues pura lata es vivir como si fuera un insensible o como si estuviera muerto.
¿Vale la pena creer vanas palabras o competir una carrera por medallas sin brillo? ¿Acaso hoy los premios anhelados se dan a los que han sido vencidos? Deberías de renunciar a tus palabras de colegiala, que solo denotan insensatez como si yo creyera trágicas historias de plañideras inconsolables porque la ignorancia nos lleva siempre a encuentros sin ningún destino. Vana es la mentira que no inspira tener voluntad y que no nos hace felices, sino bufones de cuentos de guerreros invencibles. ¿No te diste cuenta?
“Unas son de cal y otra son de arena”, decía mi amada madre pero se fue hace mucho para no tener qué más decirme y qué contarme, porque en vida todos reclamamos mil cosas a veces sin entender, pero exigimos derechos al juez por herencias ilusorias al pronto fallecer. Yo me iré lejos, a otros besos y no sabrás dónde encontrarme. Mejor así para que no te moleste las lluvias incesantes del dichoso espanta muertos. Te enterarás que así es la vida, que no te sorprenda, verás el amor pasar de tus hijos y de tus anhelos, no lo sé, así se mira.
No quisiste cambiar por nada el desafío expuesto, el amor manifiesto de quien en la vida te quiso como una reina, como una compañía en tu lecho frío e incierto. Tal vez en tu redoma de lágrimas interminables por regresos frustrados y anhelos perdidos. O quizá pienses que no quisiste luchar en ese momento, que esperabas un milagro caído del cielo que te hiciera retroceder. Pero eso es posible porque la realidad es más cruenta que nuestras imaginarias victorias. Más bien, mi tristeza me dijo que ganaron así, tus desvaríos y tus decisiones locas.
Roque Puell López Lavalle