lunes, 30 de noviembre de 2020

Mirarlos de frente













// Así fue el caminar de mi vida, con mis propias guerras y mis propias victorias // también está el recuerdo de mis propios amores y de mis propias decepciones // Pero he disfrutado de todo, de mi propia vida y de mi propia muerte...

// Todas son mis broncas cadenas y tales son los motivos de mi libertad // Yo las he conocido de toda una vida, más hoy no me infunden aliento // para que yo deseara o quisiera en un instante, volver atrás...

// Que si me apuntaran otros con el arco escondido y me alargaran la espada // o si quizá ellos destruyeran mi alma... ¡¿Qué me podría importar?! // ¡Más bien sería mejor que acaben las falsas palabras que se dicen al azar!

// Porque estos indignos, son los que silencian a la verdad que muestra su luz // Seres que roban a los inocentes, deshonrando también a la propia cruz // entonces, obran así, como todos los cobardes, sin ningún temor o justicia // sin sustento y por consigna...

// Por eso, ahora yo los denuncio con desprecio a la muerte // sea con mi voz airada, mi pluma fuente o con valor a mi querella // No importa si vienen con los mismos cuentos de una paz violada y ultrajada // porque son ellos mismos los que tornan a la verdad // en mentiras descaradas...

// Habrá entonces que juzgarlos pronto sin los cuentos trasnochados de alguna autoridad // Y para que este acontecimiento ocurra de una vez por todas // mejor será actuar con mucho tino // pero sin desmayar //

¡Porque en esta inestabilidad señores, hay que mirarlos de frente!

Roque Puell López Lavalle




lunes, 5 de octubre de 2020

Todo cambia


Todo cambia para el bien que deseas cumplir sin demoras, ni premuras y si es que estás de humor para ordenar las circunstancias a tal fin. No por ello quiere decir que los ideales no son deseables, pero al final se convierten en causas inútiles si no se quieren cristalizar.

Todo cambia cuando tenemos la voluntad dispuesta y cuando existen los motivos para amar lo que otros pretenden desechar aunque a muchos de mis congéneres no les gusta empezar aún tratándose de su propia felicidad. ¿Será que el temor  les invade al final?

Todo cambia cuando la razón está convencida de que no hay por qué discutir y llevar la causa al tribunal. Sufriríamos entonces las consecuencias y ya no serían entonces las respuestas que se hicieron en el momento y ya no serían tampoco las jugadas del azar...

Todo cambia cuando se juzga mal no poniendo en la mesa las pruebas de la verdad. No por mucho que se alegue la ley, puede ponerse de parte nuestra si no nos hacemos un examen de conciencia y si es que no hablamos con sinceridad...

Todo cambia si renovamos la razón de nuestro entendimiento no dejando que las polillas se coman nuestros sentimientos. Importaría entonces que el hombre alimente su espíritu, su alma y así cambie su conducta. Así podrá conocerse entonces desde su nuevo nacimiento...

Todo cambia cuando al fin de cuentas nos llenamos de humildad y si bien no podría evitarse la pena impuesta, el justo juicio nos llevará siempre a estar tranquilos con la conciencia y la satisfacción de haber cumplido bien en aras de la felicidad.

Todo cambia, todo cambia, todo cambia pero a qué precio. Triste es el orgullo y la mentira, pócimas que nos dejan la boca amarga y la victoria momentánea de un enemigo.  Aquella que el acusador aprovechará y que procurará matarte. Y sin embargo, al final, triunfa el que luchó con el amor y con la razón, no siempre haciéndole caso, al engañoso corazón...

Roque Puell López Lavalle

sábado, 5 de septiembre de 2020

La francesita



Francia vivía una fecha muy importante en el día de la Independencia. La ciudad de París estaba engalanada por tan importante acontecimiento y sus habitantes estaban jubilosos por el próximo desfile que en esos momentos se iba a realizar. Era un buen día también para Diego, el joven pintor de la Escuela de Bellas Artes quien terminaba un lienzo de contrato. En aquél momento, preso de la emoción, tuvo la sensación de que se le iba el tiempo, que se le terminaba la mañana, le volaban las horas y los minutos, porque ya no los podía esperar.

En esos instantes, creyó percibir el aroma de una rosa que impregnaba su habitación y era seguramente por tener cerca donde él vivía, un vivero que despedía las fragancias de sus más cuidadas flores y plantas por el cuidado del dueño, Monsieur Ravel, un vecino muy querido por todos en la calle contigua al Palacio. Sin embargo, esta experiencia cotidiana se convirtió para él en el recuerdo de una mujer que vivía en su corazón. Los cabellos de su amada los visualizaba negros, ensortijados, largos como la noche para después terminar en sus ojos melancólicos y cansados, a los que parecían despertar después de una noche feliz. Ella, la dulce Mariela, también pensaba en el artista, más no sabía si el destino los había unido para un gran romance luego de un tiempo de ser una controvertida pareja.

Pero sucedió que el orgullo y los celos desmedidos del padre de ella aparecieron de improviso despertándola de su sueño, sin ningún miramiento de parte de su progenitor. La increpó mil veces acerca del comportamiento con su supuesto noviecito que no le daba un futuro prometedor al dedicarse solo al arte de la pintura y quien sabe a cuántas exposiciones más. Pero ella era insistente y aun a escondidas se daba la maña de verse con él. El padre la descubre y ofuscado como estaba, le preparó a su hija un viaje del nunca jamás.

Pasaron las festividades y en el día menos pensado, el vuelo sin escalas que preparó su padre, se la llevó a América, a la casa de unos parientes suyos pues él era viudo hacía tiempo y el pintor no pudo hacer nada para impedirlo. Entristeció grandemente por la separación y fueron muchas las veces que anheló el regreso de Mariela pero tuvo que esperar algún tiempo para que ella retornara. Al menos eso pensaba él, ella, confundida no tuvo más remedio que hacerle caso a su progenitor.

Después de todo, -pensó- no se iba para siempre pero igual la enviaron lejos para que se olvide de una vez, del artista empedernido.

Pasado algunos años, el artista desconocido del momento, se convirtió en un pintor famoso por la exposición de sus cuadros triunfando en el arte difícil de ser un exponente prometedor del nuevo surrealismo. Por ese entonces, Monsieur Finot, el papá de la muchacha, quedó muy impresionado por el tremendo éxito que Diego había conseguido. Por ese entonces, el artista tuvo una exposición en América, casualmente en Nueva York. Sus mejores cuadros iban a ser expuestos y estaba emocionado por el tal acontecimiento. Incluso, por la Agenda cultural y otras noticias, supo que su amada Mariela, se encontraba trabajando en un diario local muy cerca de donde él iba a exponer su arte pero el destino no quiso encontrarlos.

Él regresa entonces a París después de aquella semana pensando que todo, fue un mal sueño. Volvía enojado y triste, pero no lo sabía. Las emociones encontradas lo hacían preso de sus sentimientos y de sus pensamientos, parecería que su cabeza se perdiera en muchos recuerdos rotos y frustrados. Aun así tenía que estar tranquilo porque le habían encargado unas obras importantes y tenía que estar sosegado y concentrado en su trabajo.

A los tres meses siguientes, Mariela, sin esperarlo, tuvo que regresar a Paris por la noticia de la muerte de su padre. Su familia la esperaba ansiosa porque ella no pudo verlo antes por sus múltiples actividades. Venía coincidentemente graduada en las Artes Escénicas y de la Fotografía profesional coinvirtiéndose también, en una buena expositora de sus talentos en el ambiente artístico. Los estudios “Lumiere”, habían hecho un contrato con ella y la esperaban en cualquier momento. Entonces  Diego, se enteró por un amigo que ella vendría en un vuelo por la madrugada y se sintió esta vez, algo diferente.

Sin perder el tiempo, fue corriendo al Aeropuerto para darle el encuentro. Escabullido entre la gente, la mirada fija y con el corazón hecho pedazos por la angustia, llevaba a pesar de todo, un ramo de rosas rojas esperando ansiosos, su regreso.  Las horas pasaban hasta que por fin, llegó  el avión y encima con retraso, pensaba Diego. Y conforme iban bajando los pasajeros, el encuentro era un imposible. Sudando y jadeando no la podía ver a quien tanto quería. Para colmo, la Seguridad del Aeropuerto no le permitía el paso si no mostraba sus documentos personales.

- Pura burocracia, - dijo a regañadientes Diego -  pero felizmente los tenía…

- ¿Sería posible que todo esto era una farsa? ¿Será la fecha correcta? rezongaba

Y persistió con mucho más razón en encontrarla y nada de nada, la angustia no podía con él hasta que resignado, perdió la fe y volvió ensimismado sobre sus pasos…

En ese instante, le pareció escuchar entonces su nombre en una débil y angustiada voz pero Diego no fue capaz de reconocerla…

-       No creo que puede ser ella, - pensó por inercia…

Solo el instinto salvaje y fiero del lobo puede reconocer al humor de su contrincante y solo el amor verdadero y sincero puede reconocer al fiel y al verdadero sentimiento. Levantó instintivamente su rostro y se encontró con los ojos asombrados de ella.

¡Súbita sorpresa! Mariela se veía más bella y discreta, pero él estaba tan despistado como el ayer de las mañanas…

- ¿Pero cómo es posible que no te vi bajar? - insistió incrédulo medio tartamudo, pero entregándole sus rosas medio maltratadas -

Ella sonrió por las rosas rojas estrujadas por Diego y le dijo besándolo en la boca:

-       Allí estaba Diego, viéndote todo el tiempo y contemplando tus apuros y                   testarudez innata...

-       ¡¡Solo que tú viniste a esperarme en el terminal  equivocado!!

Roque Puell López Lavalle

Enlace: 

sábado, 1 de agosto de 2020

El tecito



En la niñez, todos nos hemos enfermado más de una vez. ¿Quién no lo ha experimentado? ¿Quién no tuvo sarampión? ¿Resfriado? Yo lo creo. Pero fue interesante que a mí no me dieron las famosas paperas salvo hace algunos años donde si tuve los carrillos inflados y animosos semejantes al de un gran marino gordo y bonachón. Gracias a Dios no tuve consecuencias y después... no fue difícil superarlo.

Pero cuando era niño, un buen día caí con una gripe muy fuerte. La cama era de rigor, fungía como un refugio perfecto y las frazadas eran "para que no empeores" como decía mi madre formando parte del ritual para la cura del mal. Capturado así, ya no había otra solución pues los trapos sonados, los pañuelos mojados, la tos, la garganta inflamada y los mocos verdes, eran el quehacer de todos los días. En ese entonces, mi madre me daba la odiosa “antalgina” en gotas. Lo que yo no me di cuenta era que me la daba en la leche y para mí el sabor era sencillamente horrible pero iba acompañada siempre con algún panecillo que era de algún alivio, pero mi cara se arrugaba como si hubiese comido limón.

Pero era para mí "bien", como así lo creí entender a los 5 años y pude no sé como pude aguantarlo. Pero fue en peor la situación en las tardes cuando ya no había leche y me daban el famoso “té”. ¿Acaso éramos anglosajones? Y como no era mi bebida favorita, encima el sabor para mí no tenía sentido.  Era intomable en mi mundo pero los buenos ánimos de mi mamá, con eso de portarse como "soldadito" que aguantaba todo, no me quedaba otra más que obedecer. Pero yo sospeché que ese té tenía algo, yo lo sabía, intuía, presentía y todas la "ías" se conjugaban en mí ser existencial.

Tuve que tomar de emergencia acciones desesperadas, pues algo andaba mal. En mi entrenamiento de "soldadito" había aprendido a destaparme sin hacer ruido y salir de la cama casi inadvertido para espiar el mundo circundante. Ni corto ni perezoso bajé directamente en medias y en calzoncillos para engañar al enemigo y dirigirme hacia mi objetivo: La cocina de mamá… ¡Oh nooo! ¡Desilusiónnnnn! ¡Santas lucecitasssss! (Todavía no daban Batman en la tele) descubrí la fórmula secreta, un poco tarde eso sí pero la logré encontrar. Divisé al "enemigo" dejando las gotas de la innombrable, una por una después de haber contado algo de 18 en el transparente líquido de color madera… 

¿Tú que haces acá? ¡¡¡Debes estar en tu cama!!! Inquirió sorprendida mi madre con una voz amenazante al encontrarme en la cocina... Yo partí como el rayo hacia mi dormitorio negándome rotundamente a aceptar otra vez, la tortura de todos los días. 
Sin embargo, mi madre inteligente sobornó a mi ego conquistándome con algo más que un pan con mantequilla, tanto así, que no me pude negar. El "buen soldadito" dijo si esa vez aun en perjuicio suyo. Con delicado estoicismo felizmente sané a los pocos días y así nuevamente la alegría vino a mí para consolarme.¡¡La fiebre me había abandonado para siempre!!

Pero el daño ya estaba hecho, el "tecito" nunca más fue mi amigo ni en el más crudo invierno limeño. Quedé traumado para toda mi vida. Los estragos habían comenzado, era sólo cuestión de tiempo. Hoy en día, no lo puedo tomar porque cuando lo hago, el sabor de la antalgina viene a mi paladar para hacerme recordar mi horroroso pasado. Sudo frío e imágenes sombrías vienen a mi mente con un “por qué a mí”, sin ninguna respuesta…

Si me invitan a tomar lonche a una casa y me lo ofrecen, lo aceptaré porque leí a Carreño en su libro acerca de los buenos modales. Lo hago porque sé que me quieren y yo haría un esfuerzo sobrehumano para tomarlo pero con bocaditos ya que lo hicieron con todo cariño para mí. Sabrán comprender que podría pedir amablemente también antes o después, un cafecito que es más rico aún sin azúcar, por más que sea diabético…

Roque Puell López Lavalle

sábado, 11 de julio de 2020

El bosque y la tormenta...



Las montañas de verde vegetación, los abismos profundos al lado del largo camino, lo impenetrable de mi ser que se traduce ahora en un llanto de no encontrarte más en las fantasías de mi recuerdo, son como el mundo que no ha sido explorado. Porque ¿Quién conoce los avatares de mi alma y los latidos de mi corazón? Nadie. No obstante, ahí se encuentra soberbio, solitario y bello a la vez, un deseo sincero. Nosotros, todavía sin la luz del inmenso sol pero con la sombra de los árboles que amigablemente nos acompañan, somos ahora quizá como un rumbo que no se explica todavía y así nos contemplaríamos finalmente bajo el bosque de un amor tan grande. No lo dudo.

Me dijeron loco pero ahora yo vivo intenso, hoy todos me pueden cercar, todos pueden tocarme y aun reírse de mí cuando tonto no me diera cuenta. ¡Qué me importa! Porque a la ingenuidad de ellos se le adelanta la humildad y la sencillez tuya que se ve reflejada en tu rostro, en la candidez de lo que me hablas sorprendida por la voz de mi conciencia. Quizás en mi mente encendida, te quiera conquistar porque atrás dejé mi orgullo para ir ahora en pos de ti y eso es monstruoso para los que no lo creen, pero es único para mí porque aceptaría mi pérdida con resignación.

Mi vida es una para contarla y algunos la conocen porque del sufrimiento se nutre el carácter y de los latidos de mi corazón agobiado se afirman mis alegrías. Pero te amo y eso anima hoy mi sentir apocado porque la montaña me refugia, me soslaya, pero es generosa cuando comparte sus secretos y aunque siento que vendrá pronto el cielo inclemente, mi mensaje siempre será el mismo: Liberador, fuerte, impaciente, consolador y que nunca perdería vigencia aunque me visite la muerte. Es mi amor por ti pero sin duda eres tú quien tomaste la decisión de irte para no ser alcanzado yo, por el trueno de tu indiferencia.

¿Qué es aquello que me apasiona entonces? Tú. Y aunque existe el Dueño de los laberintos y de los árboles inmensos en los bosques de mi infortunio, no sabrás nunca el dolor de mi despedida o tal vez de mis letras y la manera de compartirlo. Ya será Él quien me consuele y me dé la bienvenida con Su presencia en un sencillo saludo. Más no creo que tu puedas imaginar a mis sentimientos recordándote cuando todos duermen en la madrugada de un nuevo día.

Y la tormenta que llegó en este momento y que hacía presagiar el final de mi vida, me dijo que ya no estarías en los remolinos de mi pensamiento, que no existirías más en las cañadas lejanas de mi bosque donde atesoraba yo las aguas que bañaban tu figura que era solo para mí...  Adiós noche, adiós mañana, garúas meridianas que son ahora las letras que forman tu nombre en el acróstico de mi alma en silencio y que solo tú seguramente las podrás leer en la tristeza que ahora me embarga…

Roque Puell López Lavalle

miércoles, 1 de julio de 2020

Caminante


No era para mí la primera vez que recorría el sendero rodeado de las montañas en la selva con un paisaje insólito, hermoso y misterioso a la vez para explorar mis propias tierras. Sin embargo, en el tiempo de mi regreso, me ganó una tormenta convertida así en una inmensa lluvia torrencial que no esperaba. 

Yo concebía el momento de mala gana porque unas horas antes había disfrutado de un día espléndido, de sol radiante pero este clima tan imprevisible y tan variado, nos trae muchas sorpresas. Veía entonces con asombro, las interminables caídas de agua casi sin ninguna dirección aparente encontrándome en pleno bosque solo con mi mochila pero sin lugar para resguardarme...  ¿Qué más podría esperar?

Era una contrariedad porque el aguacero no tenía cuando declararse terminado y todavía tenía por recorrer 8 km. más para llegar al pueblecito donde vivía. La trocha era tupida, riesgosa, caminaba entre los troncos de los árboles caídos, entre el barro creciente y el ulular del fuerte viento que parecía un silbido tenebroso, como el canto perdido de un ave sin esperanza. Contemplaba el cielo gris casi oscuro donde los rayos no se hacían esperar escuchando sus descargas interrumpidas por segmentos de tiempo que asemejaban la destrucción de rocas partidas acompañadas por las intermitentes luces del trueno.

Para colmo, el agua intensa golpeaba incesante mi rostro inundando mis botas y en vano era tratar de vaciarlas o querer usar mi gorra para algún auxilio porque así no me serviría de nada. Las frutas que cargaba en mi mochila pesaban más de lo acostumbrado pero estaban a bien recaudo. Solo quedaba mi fiel machete que me serviría para abrirme paso por los ramajes y las marañas de vegetación que se cruzaban por mi cara. Ni hablar de necesitar usarlo para alguna alimaña que pudiese aparecer en algún momento.  

De pronto, sin ningún motivo aparente, veo una víbora de regular tamaño muy cerca de mi caminar y que ya parecía por cierto, mi compañera de viaje. La verdad que no me asusté mucho pero ella estaba arrastrándose casi al lado mío y sorprendido, sonreí nervioso pero fue quizá por instinto natural o quizás por el de ambos porque seguíamos a la par siendo enemigos jurados. Me puse a pensar que aquello era por el insufrible lodazal que teníamos en común y las dificultades del tiempo. No obstante, nosotros tomamos distancia, ella con el afán de cómo escapar por encontrarme y yo extrañado por su inusual indiferencia conmigo. Aun así, yo tenía mi "sable" adoptado para cualquier eventualidad debiendo seguir de esa manera tan extraña con ella en nuestro común destino.

No era para mí el pensar en tener el instinto desesperado de un correr despavorido pues ya era extraño lo que vivía y también porque era un hecho de que ella me sintió primero al invadir sin saber su territorio. Aunque no me quiso atacar sin yo saber el por qué, cualquier cosa podía suceder. Ella se veía tan asustada que corría y corría para guarecerse pero yo no tenía otra oportunidad que seguir el mismo sendero pero sin mirar atrás. Después de algunos minutos, ella desapareció de mi vista escondiéndose presurosa en la misma dirección donde yo seguía mi camino. Sin más ruido que los rayos del momento, nada me aconteció al pasar cerca por su escondrijo. Parecía una película de terror pero sonreí de solo acordarme...

Volví a nacer dos veces después de lo acontecido aquella tarde. No podría olvidar nunca dicha vivencia tan llena de contradicciones que me hicieron pensar mucho. Sé que Dios me dio una gran lección pues hoy no puedo creer que fue mi buena suerte o mi aura de colores del arco iris, no... Aprendí que si quieres vivir hoy en este mundo hostil, debes estar en paz con todos los hombres tanto con tus amigos o con los que no conoces. Sabio será entonces, aquél que podrá salir con bien en alguna encrucijada estando aun al lado, de su implacable enemigo...

Roque Puell López Lavalle

















domingo, 21 de junio de 2020

Si se lo dijera el viento...



No veo la luz en el sendero, la luna se escondió en el cielo y un camino recto se hace al brillar de las estrellas y en ello no he encontrado aún un sustento. ¿Por qué entonces, la razón de tanto aspaviento? Si encuentro a la muerte; está el silencio, pero si encuentro a la vida, escucho el bullicio de quien se queja porque no se da cuenta que ella se desarrolla siempre en un remolino de cambios y no necesariamente se encontrará en la paz o en los enfrentamientos de los seres humanos...

Los ánimos siguen quedos sin encontrar un descanso, le sigue un pensar obligado que lo lleva a reflexionar tantas cosas y aun así, tampoco ellos llegan a su destino. Tal vez serán felices los que de una sola vez terminan con su vida en una suerte de malas conciencias o en un encuentro de voluntades y sin embargo, son cobardes porque parten sin llevar absolutamente nada y terminan así, tan solos como empezaron antes de su descaro...

La vida termina con la muerte y lo único que realmente vale es la intención de cambiar para los que sueñan y el anhelo de la libertad nace para los que perseveran. Pero ¡Ay! de los que encuentran las corrientes contrarias a su conciencia y que nacieron sin voluntad en el transitar del tiempo. Aquellos ignorantes e indolentes que no supieron perdonar el yerro y ahora sufren su propio encarcelamiento. Así se convierten entonces, en la conciencia de aquellos esclavos que se encadenan en sus propios resentimientos...

Pero solo los niños dicen la verdad y los ilusos buscan la justicia. Los demás desatan el infortunio de su propia alma que se torna frágil aunque su vida si cambie el destino. Y así, el hombre ciego, desnudo, inculto es indiferente como si no recibiera las consecuencias de sus actos en sus propias manos porque vuelve a lo mismo de toda la vida, a la insistente noria de la tremenda insensatez y de la vergüenza...

No, nunca serán los mismos a menos que venga un portento que destruya sus pretensiones a sus vanos entendimientos. Que no todo es con el cristal con que se mira porque se ciñen de conceptos relativos e ignoran a propósito los absolutos. Y el único resultado que tendrán será su propio yo, torturando su conciencia para preguntarse por qué todo se repite una y otra vez, no hallando la solución a sus caminos sin una luz que los libere...

Pero así será su final en el amanecer de la nada o en la noche del silencio que está a punto de perecer solitario y sin la visita de la esperanza que busca ahora perfumar a las estrellas. 

Quizá no ocurriera todo esto, si se lo dijera su conciencia o tal vez, si se lo dijera el viento…

Roque Puell López Lavalle


jueves, 4 de junio de 2020

La hija de la justicia


No me había llegado aún la noticia de las buenas noches y todavía faltaba que se anuncie la tranquila mañana. Pero tú tampoco me despediste con un beso ni me diste los buenos días y al parecer tu alma o tu espíritu se habían extraviado… ¿O será que las mentiras de este mundo te habían transformado? 

Sabes que cuando no te vi en casa me preocupaste, pero cuando te fuiste aquella vez, a una provincia lejana cuando yo ni tú presencia presentía, recién me enteré de casualidad que te habías marchado sin avisarme... ¿Por qué hija volaste como las aves que migran sin prisa y no te pudiste despedir de mí en paz y en oración?

“Malas vibras”, proclaman siempre los ingenuos tontos que de toda cosa adivinan, es “falta de comunicación”, predicen ahora los sabihondos más entendidos sobre el tema, pero recuerdo que cuando eras niña, un día viniste muy asustada y me supiste compartir tus miedos acerca de tus amiguitos malillos que te hacían sufrir en el colegio la vida entera... 

Y ahora de mayor buscas la perfección en los humanos, creyéndote tú la línea recta al lado de la plomada cuando no lo eres y ofendida fuiste a buscar una justicia desaforada. Pero cuando me hiciste una acusación ante el Juez, fue una deshonra a tu mismo padre por pretender ser la flor herida y querer arreglar mejor las cosas como una pobre resentida… 

Si el mandamiento con promesa que tú conoces, enseña que te irá bien en la tierra y tendrás largos días cuando honras a tu padre y a tu madre, ¿Por qué entonces diste tus quejas y tus problemas a personas extrañas pero no te acordaste en ningún momento del personaje más importante? 

Pero cuando llegue el momento de irte de mi lado hija ingrata por la ley de la vida, forjando tus sueños de esposa y madre, siempre experimentarás que fieles son las heridas del que ama e inoportunos son los consejos de los imprudentes. Y en consecuencia, ¿Cuánto más valdrían en esos momentos los consejos de un padre para que tú nunca te puedas olvidar?

Roque Puell López Lavalle
































martes, 7 de abril de 2020

Un pedazo de amor


En el secreto de mis pensamientos quisiera encontrarme contigo. Las palabras de mi voz se encontraron con las tuyas y la curiosidad de mi corazón creció porque me decías que tenías un temor por las noches por el ruin desvelo y luego venía tu despertar intranquilo por tener un mal sueño. ¿Por qué entonces, ya no sonríes? Pero si estoy contigo en tu dormitar, ¿Por qué me dices no en este momento? Si cuántas noches soy yo quien te escucho triste, ¿Y no tengo acaso tus ojos llorosos hoy, para darte un consuelo?

No lo sé, tal vez yo pueda simplemente convencerme ahora de que tú me olvidaste y ya no me buscas para recorrer juntos aquel camino. Tal vez en el ocaso del sol enrojecido por la ilusión que mi alma vive o quizás por la noche oscura que con su abrazo nos arrulla, ahora se muestra para dormir un final sin esperanza. Sí, porque ahora no concibo que la duda nos gobierne, no he comprendido aun las razones del por qué me agradas... ¿Será porque eres corajuda y delicada como la pintura de una bella rosa?

Sin embargo, te alejas de mí a paso lento y pausado para encontrarte con tus miedos. Te vas para no pensar que alguna vez hubiéramos sido el valle fértil de una cordillera. ¿Qué es de esa flor solitaria que nació fuerte entre las piedras? ¿No fuiste la que tenía los colores más intensos para demostrarme que eras la única en el jardín de mis ilusiones? Mejor tendría al mar inmenso para que se lleve mis pesares y mis sentimientos, pero, ¿Yo he de aceptar tu temor o tu duda quizá, para no mirarnos como nos une el tiempo?

Mis sentimientos se pierden entre el resplandor de la luz y de las negras sombras que los ocultan y así sería para que mi corazón muriera sin remedio por la desilusión y el espanto. Pareciera que te atrajera la tristeza, quizás la inconformidad del sueño, la inquietud de que tu alma ame otra vez o deseas que yo no exista en los impasibles instantes de tu soledad y de tu silencio. No mujer, yo te conozco, tu sentir no es tan cierto, no puedes terminar en una batalla sin las armas requeridas, no eres capaz de ser tan esquiva porque tienes madera de ser intensa, incapaz de morir sin una bandera y no rendirte jamás, ante un cualquiera…

Aun así, son tus sentimientos los que vuelan sin encontrarse y son como las luces que van cediendo a la noche entre la incertidumbre y las penas de no juntarse. Pero sabes, yo no soy así, ven conmigo y te mostraré que mis farallones están firmes y llenos de un verdor inmenso y silvestre. Son tan fuertes que podrías cobijarte en ellos, luego la montaña más alta podría ser tu casa y así, en las cumbres de mi gélido nevado me verías sonreír tomando tu mano abrigando tu desesperanza…

Sí pues, soy como una fortaleza, tal vez con un amor tan grande que también espera ser correspondido. Más no te vayas ahora, busca en mí ese valor que ahora te falta pero no me hagas mella, podría haber un volar de mis anhelos pero aun te quisiera solamente para mí. Sea para que por lo menos me recuerdes por lo que soy o por lo que te di, no importa, solamente búscalo dentro de mi corazón y te lleves si quieres, un pedazo de amor…

Adiós...

Roque Puell López Lavalle

Escucha el Link en:   https://www.youtube.com/watch?v=dE1o_uUXTvo

viernes, 27 de marzo de 2020

Desgracias compartidas



Por las leyes, los juicios y los expedientes que nunca faltan, encontré a mi amigo en el Juzgado y me contó que entre los pleitos legales que manejaba, pocas eran las victorias que tenía entre las manos y escasas eran las resoluciones a su favor que con afán buscaba y que hacía tiempo dormían entre las falsas voluntades de los burócratas inconscientes.

Entonces le dije fríamente:

“Los trámites que te piden, tú debes a la prontitud posible ser diligente para pagar".

Yo no lo culpaba de su estado porque él vivía entre las injusticias de su hacienda y sus tierras que no las podía dar en herencia por los malos manejos de un pariente muy cercano. No tenía así en ese momento, soluciones válidas para que en ese momento pudiera ganar.

Pero como amigo, le reiteré:

“Rinde tus cuentas, cesa ya la batalla,  es mejor una retirada honrosa y con medallas que una derrota desastrosa y sin bandera. Vende tus ganados y reparte en partes iguales lo que te conviene, lo demás busca mejores acreedores que te financien y te den victoria sobre tus empedernidos estafadores. Así podrás dormir en paz”.

Él me respondió en aquél momento:

“Si, sí... No te preocupes, todo está controlado, yo pronto he de ganar”.

Pero él hizo oídos sordos y vanas fueron mis palabras. Pero pasó algo de tiempo y al fin hubo una respuesta. Se pensó que por el fallo del Juez habría pocas esperanzas para una respuesta satisfactoria, pero se esperó siempre algo mejor. Y mi amigo entusiasmado, daba gracias a los mil favores que en su momento lo pudieron ayudar. Más tuve yo un leve presentimiento y dudé por ser un caso complejo absurdo y lleno de contradicciones.

Sin embargo, resultó que era cierto que ganó el juicio pero lo que él jamás esperó era tener que sacrificar media fortuna para ver a sus enemigos comer el polvo de la derrota aun así hayan apelado al máximo de los Tribunales. Nuevamente comenzó la plañidera del eterno “por qué” para mi amigo y otros trámites con pocas esperanzas de recuperar su fortuna.

Enojado en gran manera, se fue resignado y deprimido a “disfrutar” lo poco que le quedaba según él y así se puso a pensar:

“Muchas fueron las noches de mi desvelo, mucho afán en cuanto al tiempo y el dinero para que ahora no se pueda triunfar. ¿Acaso no dejé la suficiente remesa para que puedan cumplir? Hoy, formo parte de las desdichas del pobre y soy hermano de él, en su desgano al lado de sus desgracias compartidas”

Dichas sus palabras según supe aquella vez, un fuerte sonido se escuchó en las afueras del Juzgado. Todos salieron asustados y no pocos lanzaron un grito de sorpresa y horror. Él yacía tendido en el pasillo algo concurrido y su rostro estaba doblado por el dolor. Luego de las investigaciones del caso, se encontró el arma que todavía se encontraba humeante, sirvió entonces, para que mi entrañable amigo con una bala en la sien, su vida la decidiera terminar…

Roque Puell López Lavalle

Escucha este Link: https://www.youtube.com/watch?v=jyfoOx9bbhA







sábado, 7 de marzo de 2020

No te lo dije


No te lo dije porque tú habías cambiado, porque te habías convertido en un bello cuento. La diosa de mi imaginación, se tornó en una tímida e inalcanzable dama que no daba cabida a mi sentir y tampoco a mis esperanzas. ¿Será verdad que lo nuestro se convertiría en algo irrealizable?

No te lo confesé, pues vanos fueron mis deseos y duras fueron tus palabras, como si ellos fueran clavos que tu razón no quiere escuchar pero lo que ahora siento, quizá más adelante lo puedas comprender. Y sabes, si yo tuviera que elegir hoy con quien habría de quedarme, sería contigo pues el qué dirán moriría pronto, pero mis besos no se perderían jamás… 

Entonces, decidí ser como el mar azul de nuestra costa, imprevisible, fuerte, no melindroso, de tal ímpetu que se asemejaría a las temibles tempestades y aun así, seguramente recibiría la brisa de tu indiferencia... ¡No te amaneció el amarme como soy amada mía! 

Pero si en el remolino de tus pensamientos más profundos pudiera estar y si en las montañas de tu corazón quisiese escalar, ya no tendría que recordar más tu desvelo y tu quebranto, porque si no quisiste enfrentar lo que mi corazón anhela, ¿Cómo podría amar yo al tuyo?

Por eso, no te lo dije aquella vez en para que no sueñes con castillos en el aire y no veas caballeros que quieran vengar el desaire, ni menos ladrones que roben mi más preciado tesoro. Pero igual te amo, porque quiero tenerte siempre entre mis besos y nunca dejarte. ¿Será que la soledad de mi vida será mejor para mi que tus ojos a los cuales tanto deseo?

Roque Puell López Lavalle














martes, 11 de febrero de 2020

Mi camisa blanca


Maltrecha quedó mi camisa blanca, arrugada quedó por defenderte. Fue usada bella y pulcra, casi brillando, para tenerte. Más el tiempo hizo que las manchas se posaran con tu indiferencia y las betas imborrables de tu injusto razonamiento, se impregnaran de tu cobarde ausencia...

Había pensado que al ver la justicia comprada por aquél que no conoce la decencia, quizá hubiera podido encontrar en ti, la felicidad de mi espíritu acongojado al estar contigo. Pero me equivoqué, lo que antes usé con prestancia para ufanarme de quién me sentía orgulloso, hoy en día se transformó simplemente en grandes manchas rebeldes que no quisieron borrarse…

Hoy la veo como una mortaja, vieja, casi amarillenta, sin ningún atisbo de lo que un día fue, si no fuera por estar guardada y con suerte limpia con el azul de antaño de las manos de mi madre. Así pues, quedan los recuerdos que vienen a mi mente, primero límpidos de toda sucia y después por consecuencia, sin los botones siquiera, por el olvido de los años…

Tú eres como mi camisa. Una vez fue presentable para mi corbata, otra quedó para mi suéter fino para abrigarte, una más para lucirme contigo elegante. Pero luego con los meses se convirtió en una venda para cubrir mis heridas y tus reiteradas mentiras, incluso para no acordarme nunca de lo que un día fuiste para mí… ¡Qué vergüenza debería darte!

Roque Puell López Lavalle

Escucha: https://www.youtube.com/watch?v=Yxa1fU5O5Ew

¿Vamos al mar?


La pasión que vives por la vida, no necesita crecer más si es que ya existe por dentro. ¿No dices que la amas? Hazlo como ella te enseña que es, no como tú quieres que sea ni como tú creas que deba de ser. Déjate llevar, permite que vuelen tus pensamientos y dile al mar que te enseñe el camino, con él puedes hablar pero con el viento, solamente cantarás...

¿Podrás entender la grandeza del universo y conocer a las estrellas que no tienen nombre? Inspirarte ahora en los nobles propósitos que Dios tiene para ti, sería bueno que ahora lo hagas porque sin ellos no prosperarás, pero si están contigo, tendrás una hermosa verdad que siempre te hará feliz...

¡Cuán grandiosa es una travesía cuando tú sabes que no termina! ¡Qué profundo es un regresar desde muy lejos cuando tus sentimientos comienzan nuevamente a amar! Pero es más hermoso cuando te guías por las brillantes estrellas del cielo y por lo misterioso del horizonte ya que seguramente, ellos, te habrán de conquistar…

Escucha el ruido estrepitoso de las olas rompiendo contra la roca, el encrespar altivo de ellas y el sonido profundo cuando se estrellan en la orilla. Siente la brisa que nos invade así como el aire frío que nos sopla en el rostro, pero que no te dice finalmente a dónde va y verás sorprendida cuál es la diferencia…

Nunca le falles a alguien que te pretenda en serio y quiere ser parte de tus días. Cuando pasen los años te darás cuenta que nunca encontrarás a la misma persona dos veces en la vida. Así es el mar, hoy día lo verás hermoso, fuerte, esplendoroso pero al día siguiente, ya no será el mismo porque entonces, habrá cambiado…

¿Vamos al mar? No te arrepentirás…

Roque Puell López Lavalle


jueves, 16 de enero de 2020

Ese día...



Ese día cuando no tengas a tu escudero, te defenderá Dios... Ese día cuando te enteres y te des cuenta la razón del por qué te estafaron, conocerás a tu contador... Ese día cuando te pongas mis zapatos, entonces no juzgarás a nadie superficialmente... Ese día cuando no tengas a un amigo, quizás te acuerdes de mí...

Ese día cuando hablen mal de tu persona, tú sabrás que muchas veces te lo advertí... Ese día cuando tú no escuches como antes, oirás lo que te dice un hombre simple que nunca te conoció... Ese día cuando me juzgues, luego tú serás confrontado y serás sorprendido en igual de condiciones... Ese día cuando conozcas la necesidad, pensarás en el salario risible que pagabas a tus empleados...

Ese día cuando busques un consejo, te lo dará un ignorante... Ese día cuando triunfes en tu empresa, verás la misericordia de Dios en tus finanzas... Ese día cuando recibas el Óscar al mejor actor, te felicitará un cantante... Ese día cuando no veas la verdad, te lo aclarará un ciego de nacimiento...

Ese día cuando por casualidad preguntes por mí, yo ya me habré ido muy lejos... Ese día cuando no te escuchen, entonces querrás angustiado una explicación y no la tendrás... Ese día cuando busques la verdadera sabiduría, la encontrarás en la Escritura siempre y cuando la creas...

Ese día cuando me ignores, serás igualmente bendecido... Ese día cuando ya no puedas jugar pelota, verás un hermoso gol y querrás ser tú el protagonista... Ese día cuando me entiendas, quizá ganes a un amigo... Ese día cuando desprecies a tu prójimo, después te despreciarán a ti... Ese día cuando enfermes y creas morir, verás tu misma fragilidad... Ese día amigo ingrato, cuando te hagan injusticia, estoy seguro que recién en ese momento, buscarás a Dios...

Y en ese día, cuando busques un consejo sincero, te diré en ese momento que el hombre se hace viejo demasiado pronto y sabio demasiado tarde...

Roque Puell López Lavalle