Roque Puell López Lavalle
lunes, 24 de octubre de 2022
La cantaleta
domingo, 23 de octubre de 2022
Los niños
sábado, 22 de octubre de 2022
Jaime
Era mi gran amigo, mi pariente, tal fue mi tío querido a quien yo quería desde siempre. Fue entre todos los de la familia, el hermano menor de mi madre y como todos, era un travieso igual que quien escribe. Y así como yo lo veía desde que era un niño, así lo entendí yo, porque era como un padre para mi vida. Así sería el pensar de muchos en la casa, aquél mágico ausente que ellos creían conocer…
Fue un músico de oído, era
él la melodía del acordeón porque a más de uno nos deleitó sin tanta
preparación. Tocaba los valses otoñales y eran más las canciones que los
versos, porque al final todos terminábamos en una gran celebración. Él era el
amigo de todos, también de la farra y de la buena vida. Era quien trabajaba
mucho según lo decía el tío bandido, porque entonces las fronteras ya conocían
su zalamería porque supe que a más de una les arrancó suspiros, alegrías y a
todas ellas, dizque que las quería...
Hasta que una vez, la vida
le dejó un indeseable aviso. Había una factura impaga que él tenía por cobrar y
su familia así extrañada, se preguntaba ¿Qué habría de suceder ahora? Entonces,
entre las trompetas de la cita médica y de los desvelos, él se enteró de una noticia crucial. Estaba escrito que era poco el tiempo que le quedaba en esta
vida. Muchos se lo dijeron, otros lo alertaron, solo que a él nunca le importó.
Llegó entonces el momento del desenlace y no tardó en ingresar al Hospital.
Así entre medicinas y tubos
de oxígeno, rodeado de toda la familia, su semblante estuvo realmente mal. Fue
en aquellos afanes que el hombre fuerte de antes, se halló muy grave sin otra
alternativa que rezar por él. Se hizo mucho para reanimar al gigante que ya se
nos iba y solo era cuestión de tiempo. Pero a decir verdad, el amor
de nosotros, si lo recibió sin reclamar. Por fin, descansó su cabeza en mi regazo,
cerró sus cansados ojos y a todos los que estuvimos con él, nos dejó…
Roque Puell López Lavalle
viernes, 21 de octubre de 2022
Lupi
Roque Puell López Lavalle
El champa pecho
Roque Puell López Lavalle
viernes, 14 de octubre de 2022
Almanzor
Roque Puell López Lavalle
miércoles, 12 de octubre de 2022
Vuelan las palabras
domingo, 2 de octubre de 2022
El Juez
Todos los edificios de la ciudad, tienen sus historias, sus anécdotas y sus cuitas. Ninguno escapa a los caprichos del destino, sean estos buenos, malos y de repente inolvidables. Yo vivía en uno de ellos, en la década de los setenta. Fue famoso porque se pensó en ese tiempo, que sería un Hotel de cinco estrellas en una Lima que cada día se urbanizaba más. Pero luego la idea se desvaneció por los continuos problemas familiares y la necedad de sus dueños que se formaron alrededor de ésta notable edificación.
En el quinto piso había un
personaje que nos llamaba la atención. Era un hombre entrado en años, de buen
porte, de tez muy blanca y andaba bien vestido. Era un letrado, Abogado en su
juventud que terminó siendo Juez del Poder Judicial en el centro de la Capital. Pero, lo que era increíble, fue que
tenía la costumbre de que todas las noches, se sentaba en una silla vieja para leer su periódico o cuánta literatura
pusiera en sus manos en medio de un patio saliendo del ascensor. ¿Cuál era
entonces lo extraño?
Pues, ¡Lo hacía en pijama y en pantuflas! Vestía con una pulcritud a carta cabal, si lo mirábamos de cuerpo entero. Era un atuendo de rayas azules y blancas algo desgastada, pero bien planchada con un polo blanco desabotonado que
fungía de camiseta. A veces se presentaba con calzoncillos largos de lana,
aquellos antiguos que algunos más jóvenes no podrían diferenciar. Sus pantuflas
estaban bien cuidadas y lustradas como si fueran un par zapatos para salir a la
calle y dar un paseo. Pocas veces lo vimos con su terno azul marino caminando a paso lento
pero felizmente para él, había un ascensor. Su carácter era de un hombre culto, conversador
y con algo de mal genio pues regañó a un amigo que cantaba con su guitarra a todo pulmón unos pisos más arriba de donde él vivía.
Muchos en el edificio se reían de él, lo creían loco pues estaba desde las nueve de la noche más o menos hasta pasada las once. Era una costumbre muy graciosa verlo todos los días en esa facha tan peculiar, pero él ni se inmutaba, con él no había ningún problema. Vivió anteriormente en el edificio Olchese del Centro Histórico de Lima e imagino q tendría miles de anécdotas que contar como alguna vez lo hizo, hablando del diario El Comercio y de los Miró Quesada. Luego nos contaba de la Lima que se fue, una ciudad donde se podía vivir en un icónico pasado. Mis amigos y yo teníamos opiniones divididas pero siempre terminábamos con una aprobación de simpatía al "Doctor" que era el vecino tan especial de todos nosotros.
Pero todo esto no duró mucho
en realidad. Pasó un corto tiempo y el tremendo Juez no fue visto como todos
los días. Estará enfermo –decíamos- otros especulaban diciendo que había salido
de viaje o que tal vez lo visitaron los nietos. Eso no era probable pues se
sabía que era un hombre solitario y que no vivía nadie con él. Hasta que luego
de algunas semanas, un olor fétido salía de su departamento. Los vecinos llamaron a la policía y lo encontraron
desnudo en su tina del baño con un serio corte en la garganta del que finamente se dedujo que este hombre se desangró y murió sin ninguna atención.
Se comprobó después con las investigaciones, que no le
robaron nada puesto que los que llegaron a entrar vieron que todo parecía estar
en orden y no hubo tampoco, signos de violencia. Entonces, se tejió la versión de la
venganza o la sospecha que alguien lo habría asesinado para querer robarle ¿Quién habría sido? Nunca se supo...
Roque Puell López Lavalle