lunes, 5 de octubre de 2020

Todo cambia


Todo cambia para el bien que deseas cumplir sin demoras, ni premuras y si es que estás de humor para ordenar las circunstancias a tal fin. No por ello quiere decir que los ideales no son deseables, pero al final se convierten en causas inútiles si no se quieren cristalizar.

Todo cambia cuando tenemos la voluntad dispuesta y cuando existen los motivos para amar lo que otros pretenden desechar aunque a muchos de mis congéneres no les gusta empezar aún tratándose de su propia felicidad. ¿Será que el temor  les invade al final?

Todo cambia cuando la razón está convencida de que no hay por qué discutir y llevar la causa al tribunal. Sufriríamos entonces las consecuencias y ya no serían entonces las respuestas que se hicieron en el momento y ya no serían tampoco las jugadas del azar...

Todo cambia cuando se juzga mal no poniendo en la mesa las pruebas de la verdad. No por mucho que se alegue la ley, puede ponerse de parte nuestra si no nos hacemos un examen de conciencia y si es que no hablamos con sinceridad...

Todo cambia si renovamos la razón de nuestro entendimiento no dejando que las polillas se coman nuestros sentimientos. Importaría entonces que el hombre alimente su espíritu, su alma y así cambie su conducta. Así podrá conocerse entonces desde su nuevo nacimiento...

Todo cambia cuando al fin de cuentas nos llenamos de humildad y si bien no podría evitarse la pena impuesta, el justo juicio nos llevará siempre a estar tranquilos con la conciencia y la satisfacción de haber cumplido bien en aras de la felicidad.

Todo cambia, todo cambia, todo cambia pero a qué precio. Triste es el orgullo y la mentira, pócimas que nos dejan la boca amarga y la victoria momentánea de un enemigo.  Aquella que el acusador aprovechará y que procurará matarte. Y sin embargo, al final, triunfa el que luchó con el amor y con la razón, no siempre haciéndole caso, al engañoso corazón...

Roque Puell López Lavalle