No veo la luz en el sendero,
la luna se escondió en el cielo y un camino recto se hace al brillar de las
estrellas y en ello no he encontrado aún un sustento. ¿Por qué entonces, la
razón de tanto aspaviento? Si encuentro a la muerte; está el silencio, pero si
encuentro a la vida, escucho el bullicio de quien se queja porque no se da
cuenta que ella se desarrolla siempre en un remolino de cambios y no necesariamente se encontrará en la paz o en los enfrentamientos de los seres humanos...
Los ánimos siguen quedos sin
encontrar un descanso, le sigue un pensar obligado que lo lleva a reflexionar
tantas cosas y aun así, tampoco ellos llegan a su destino. Tal vez serán
felices los que de una sola vez terminan con su vida en una suerte de malas conciencias
o en un encuentro de voluntades y sin embargo, son cobardes porque parten sin
llevar absolutamente nada y terminan así, tan solos como empezaron antes de su descaro...
La vida termina con la
muerte y lo único que realmente vale es la intención de cambiar para los que sueñan y el
anhelo de la libertad nace para los que perseveran. Pero ¡Ay! de los que
encuentran las corrientes contrarias a su conciencia y que nacieron sin
voluntad en el transitar del tiempo. Aquellos ignorantes e indolentes que no supieron perdonar el yerro y ahora sufren su
propio encarcelamiento. Así se convierten entonces, en la conciencia de aquellos esclavos que se encadenan en sus propios resentimientos...
Pero solo los niños dicen la
verdad y los ilusos buscan la justicia. Los demás desatan el infortunio de su propia
alma que se torna frágil aunque su vida si cambie el destino. Y así, el hombre
ciego, desnudo, inculto es indiferente como si no recibiera las consecuencias
de sus actos en sus propias manos porque vuelve a lo mismo
de toda la vida, a la insistente noria de la tremenda insensatez y de la vergüenza...
No, nunca serán los mismos a
menos que venga un portento que destruya sus pretensiones a sus vanos entendimientos. Que no todo es con el cristal con que se mira porque se ciñen de conceptos relativos e ignoran a propósito los absolutos. Y el único resultado que tendrán será su propio
yo, torturando su conciencia para preguntarse por
qué todo se repite una y otra vez, no hallando la solución a sus caminos sin una luz que los libere...
Pero
así será su final en el amanecer de la nada o en la noche del silencio que está
a punto de perecer solitario y sin la visita de la esperanza que busca ahora perfumar a las
estrellas.
Quizá no ocurriera todo esto, si se lo dijera su conciencia o tal vez, si se lo dijera el viento…
Roque Puell López Lavalle