Lombardos,
godos, y austriacos, así son los amigos de antaño. Se encienden en una chispa
de fogatas y luego aparecen en las luces multicolores de una fiesta. Son las
sorpresas del presente y lo que no sabrás del futuro. De todos los rostros se
forman una Nación, de todas las babeadas un lenguaje y de las lejanas tierras, las
sorpresas de lo mucho que no se sabe. Si así fuera, ¿Cómo podremos vencer si la
carrera está por empezar? Los últimos serán los primeros en un día a la vez, unos
para vergüenza y otros para la decencia...
Pero así seguimos
creciendo, las hormonas definieron los papeles, tú te hiciste hombre, tú eras
ya una mujer, pero ambos son como esos peluches bobos, porque todo el tiempo están
peleando por ser los mejores. Pero después vinieron los desengaños, se hirieron las
mejores intenciones, nacieron las ilusiones del único amor, pero también se
conocieron a los que casi no hablaron nunca. Aquellos que con la complicidad de la noche
descubrieron lo prohibido aunque eso, nunca estuvo desapercibido para la mayoría. Todos lo celebraron a lo grande pero así se fue el formalismo, luego, se enfrentó la verdad
y finalmente el qué dirán. Así son de admirar, a nuestros amigos...
Después, pasaron los
años y las decisiones fueron tomando los primeros lugares porque la batalla para un nuevo mundo, comenzó. ¿Qué pasó con los que no llegaron? Empezaron de nuevo,
desaparecieron, viajaron, descubrieron el trago amargo y se colaron solos para el
otro lado. Llegaron los triunfos, los sueños, las derrotas y unos más llegaron para trabajar
al dizque Estado. Ellos no cambiaron nada porque siempre sufrieron las mismas
desilusiones, las denuncias, y los valores, bien enterrados. Así vivieron frustrados, nuestros amigos del pasado...
Entonces,
aparecieron los tortolitos. Fueron los días o las noches vividas cuando la esperada
descendencia llegó. A volcar ahora la experiencia, a sentir el no saber nada
pero ahí estaba la prueba. Con la teoría vendría la práctica. ¿Verdad? Y ya los
abuelos le advirtieron al bípedo emplumado: “Aunque todavía no has salido del
cascarón, aprenderás, porque así de la noche a la mañana, se hizo tu padre”, y así aprendieron la lección, todos los
amigos de la niñez...
Pero la muerte
había comenzado a hacer su trabajo y la gran cacería había empezado. Todos
volaban, unos se fueron en los cajones
de la funeraria y otros murieron de pie defendiendo a la Bolsa. Eso
nunca había cambiado pues desde niños aprendimos que la tabla de multiplicar era un
juego pero para otros, se convirtió más adelante, en un pésimo mandamiento. Así partieron de aquí, los compañeros del tiempo...
Sin embargo, para
algunos fuiste el héroe de la película, el abrelatas del destino, la promesa
del partido que a estadio lleno era el Campeonato en que jugabas tu destino.
Pero llegaron los malos días y quizá de héroe pasaste a villano, fuiste el más
odiado y todavía alguno se deshizo en disculpas tontas por no haberte saludado. No
ganaste la Copa pero si premios y reconocimientos. Recuerdo que te dieron una copita
de vino y esa niña de tu infancia, si fue alegre, cariñosa y de gran sacrificio que te acompañó hasta el fin de tus días....
Lombardos,
godos, austriacos, extraños quizá o ingratos, pero los llevo siempre en mi corazón porque así fueron, algunos amigos de antaño...
Roque Puell López Lavalle