En esa noche fría, cuando se oía el silbar de los vientos, ella le dijo a su compañero: "Te amo", pero esa palabra le parecía a él muy lejana pues era como las luces de un firmamento estrellado pero pensó que ese susurro tal vez sería una verdad o quizá era solamente una promesa. No obstante, la voz queda que él escuchó, caló duro en su ego de hombre inflamado no teniendo ninguna respuesta que dar desde sus confusos presentimientos...
Pero por la mañana al despertar, veía un matiz de luces de colores en su imaginación y quizá por la alegría de verla por el amor que él amablemente le prodigaba, se sentía feliz. Sin embargo, tal como es una ilusión; que va y viene, de esa manera también, se hacían vanos sus deseos...
En el transcurrir de los meses, no sucedió lo que él anhelaba porque entonces, prevaleció inexorable, el correr del tiempo. Escuchaba como una voz firme en el interior de su alma, acaso fuera el dictamen final que subrayaba de esa manera una sentencia porque: ¡¡El romance se le estaba yendo de las manos!! Ida fue entonces, la ilusión de no tenerla y también ida fue, la fe de no encontrarla más. El amor que construyeron, se fue solamente acompañado de las alegrías que juntos habían sembrado con tanta ilusión. Y tal como se viven las tristezas, sin prisa y sin culpa, así también, se marcharon los afectos...
¿Y lo que soñaron para el futuro? En nada de nada se convirtieron porque todas las promesas se quedaron sin cumplir. Sus anhelos e ilusiones se perdieron y no hubo nada más que rescatar. Él se fue muy apesadumbrado y triste a su mundo incierto no volviendo a ser el mismo por un largo tiempo. Ella volvió a su vida de siempre, con sus laberintos y pesares, con su imaginario pretendiente que siempre lo soñaba y que habría de aparecérsele en algún instante. Pero para el hombre que fue burlado, fue la burda esencia de la frivolidad y el corazón desamorado...
Luego, en el cambio de las estaciones, en el invierno sombrío de las noches y el manto de la nieve que cubrían los montes y los bosques, él moría de la tristeza recordando las palabras falsas de ella y del deseo expreso que no había nacido nunca de su corazón que el había creído sincero. Los malos momentos según pudo darse cuenta, habían vencido por fin, el baúl de sus recuerdos... ¿Sería que alguna vez las circunstancias cambiarían? Nunca lo creyó. Todos se enteraron de su rompimiento por los vecinos que moraban continuos al acantilado donde ellos solían contemplar el mar...
Pero un antiguo amigo de los dos, el hombre cano de semblante grave, taciturno, muy leal a él, esgrimió temerariamente una respuesta: "Él se fue dejando un fallido recuerdo de sus vivencias, pero de su pasado con la inconstante, él nunca la nombró y solo se supo que ella se perdió con su nuevo compromiso en un día sin luna llena".
Ellos quedaron boquiabiertos por la noticia, pero él, cabizbajo, se alejó indiferente, serio, solitario, lejos de la vista y de los comentarios de los incautos. Terminando su cigarrillo, enrumbó tranquilo por el camino empedrado del conocido "Boulevard de los espejos"...
Roque Puell López
Lavalle